Esconde grandes secretos y uno de ellos es la Cala Macarella, en forma de herradura y sita en la esquina suroeste de la isla, donde los acantilados poblados de pinos y encinas rodean una arena blanca como la harina. Se puede llegar con la primera luz del sol o quedarse a ver el ocaso, que adquiere irisados tonos rosas, y disfrutar de su silencio. Tras un fotogénico paseo por lo alto del acantilado se alcanza la cala Macarelleta, aún más pequeña y tranquila e igual de encantadora, donde los nudistas buscan el bronceado integral.